10 de octubre, día internacional de la Salud Mental, el tema de este año es: Salud Mental en el Ambiente Laboral o en el Trabajo; mientras mi amorsh hacia su post sobre el tema y conversábamos, comencé a pensar en varios detalles y una constante que afecta la calidad de vida de millones de personas. Es que, no podemos hablar de salud mental en el trabajo sin examinar el sistema económico en el que… pues se trabaja… hágase presente el capitalismo moderno, venga, pase Mister Capi.
Está claro que en el sistema capitalista contemporáneo, el trabajo no solo es una fuente de ingresos, sino también un factor determinante en la identidad y el valor personal. Somos evaluados por nuestra productividad y éxito profesional, y el entorno laboral se ha convertido en un espacio donde la competencia, la presión y el estrés son la norma. Mister Capi fomenta una dinámica de supervivencia, en la que las personas luchan constantemente por destacarse, generar ingresos y asegurar su posición en una estructura social jerárquica, sin mencionar que si no trabajas y no tienes dinero, no es que armas tu carpa donde sea y recoges frutos de los árboles para sobrevivir, literalmente o participas o mueres.
Este estado de zozobra constante tiene profundas consecuencias para la salud mental. El estrés laboral crónico, la presión por alcanzar el éxito material y la alienación emocional generada por la obsesión con la productividad crean un ambiente bien toxiquito, que más temprano que tarde, puede llevar a problemas psicológicos como la depresión, la ansiedad, el novedoso burnout y otrits. Además, el ritmo frenético de la vida laboral moderna deja poco espacio para la introspección, el autocuidado o el desarrollo emocional, lo que agrava aún más el impacto negativo sobre la salud mental.
Uno de los efectos más insidiosos del Mister Capi, es la promoción del individualismo extremo. En un sistema que valora el éxito individual por encima del bienestar colectivo, estamos acostumbrados y educados para competir entre nosotros, en lugar de colaborar. Esto genera una cultura laboral donde las relaciones humanas son superficiales y las conexiones emocionales son escasas por ponerlo tibio.
El entorno laboral que le gusta a Mister Capi, impulsado por la meritocracia (que ya me hizo zapatear el coco varias veces) y la competencia, también contribuye a la aparición de lo que algunos shrinks describen como neurosis narcisista, un trastorno caracterizado por una obsesión con la propia imagen, la necesidad de validación constante y la desconexión emocional con los demás (o sea, miraaa). En un contexto donde los empleados son evaluados constantemente por su rendimiento y logros visibles, esta dinámica se amplifica, creando un ambiente donde la empatía superficial y la búsqueda de aprobación externa prevalecen sobre la autenticidad y el bienestar emocional.
A esta ecuación se suman las redes sociales, sobrinos de Mister Capi y algo así como sus… pfff no se, cría cuervos y te sacarán los ojos (mi cháchara sobre el TecnoTotalitarismo) que han intensificado los efectos del “carisma” del Mister Capi sobre la salud mental. Las redes sociales no solo son una extensión del mercado, sino que también amplifican la necesidad de proyectar una imagen de éxito y perfección. Las personas comparten versiones idealizadas de sí mismas en plataformas digitales, lo que refuerza la dinámica de comparación constante y fomenta la idea de que el valor de uno mismo está determinado por la aprobación externa, los “me gusta”, los seguidores y demás métricas, y además, los sobris amaditos, te dan las herramientas para que te midas (tomá, meditela y compara, no se, Freud, di algo…)
En el contexto laboral, esto se traduce en una obsesión por destacar profesionalmente no solo dentro de la empresa, sino también en el ámbito público, lo que incrementa los niveles de estrés y ansiedad. La presión por construir una “marca personal” y proyectar una imagen de éxito ininterrumpido puede agravar las tendencias narcisistas y profundizar la desconexión emocional con los demás, debilitando las relaciones laborales saludables y el bienestar mental, además, realmente quien puede estar en una lucha constante, en un estrés constante, y siii, un poco de emoción no viene mal, la competencia, la adrenalina, etc. pero si se hace crónico y global, es insostenible para el cuerpo y para la sociedad, y así nos va.
Y ahuraa? En este panorama, la pregunta crucial es: ¿qué hacemos con Mister Capi y su imparable sexapeal, su carisma arrollador que tiene nuestra salud mental en el trabajo por el piso? Aunque el sistema en sí es difícil de cambiar, puedshershi que existan estrategias viables que tanto a nivel individual como organizacional puedan ayudar a minimizar su impacto y fomentar un entorno laboral más sano. Quizá a partir de aquí mi amorsh tiene una opinión más formal, y a mi a ratos me basta con despotricar un poco, pero no en vano, creo que, como los junguianos dirían, un gran paso inicial, es hacer consciente el arquetipo que está jode que jode, en este caso, Mister Capi, y de paso sus sobris.
Así pues, en el Día Internacional de la Salud Mental, los invito a repensar nuestras dinámicas laborales y a reconocer la importancia de la salud mental en un sistema que, bajo el discurso de Mister Capi, a menudo, se prioriza el éxito individual por encima del bienestar colectivo. Así que, si queremos avanzar hacia un entorno laboral más saludable, debemos cuestionar las dinámicas que promueven el narcisismo, la superficialidad emocional, el individualismo, etc. y buscar soluciones que fomenten la empatía, la colaboración y el bienestar integral de los trabajadores.
No se trata solo de sobrevivir en el trabajo, en la vida, así onda, consumir y morir, sino de encontrar un equilibrio que permita crecer emocional y mentalmente, creando entornos que promuevan el bienestar colectivo y el desarrollo humano más allá de la lógica del Mister Capi y sus sobris.